BREVE TEOLOGÍA DEL TRABAJO
Por Rainer Siemens
Mucha gente percibe el trabajo como un mal necesario para llegar a fin de mes. Otros, a su vez, exageran la importancia del trabajo y lo convierten en la instancia máxima de su vida, de la cual adquieren su sentido de vida. Ambos extremos requieren una orientación bíblica.
El llamado divino al trabajo
El trabajo revela algo de la naturaleza de Dios porque encuentra su origen en Dios. “En el principio creo Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). En consecuencia, el trabajo humano debe reflejar el actuar de Dios. Así pues, como seres humanos estamos llamados a gobernar sobre la naturaleza (1:26), es decir, cultivarla y preservarla (2:15). En términos actuales, podríamos hablar de “producción” y protección del medio ambiente. Cabe resaltar que la pesadez del trabajo, y, no el trabajo en sí mismo es una consecuencia de la caída en pecado (3:17-19).
Esto significa también, que el jardín del Edén no era un “país de las maravillas”. Adán y Eva debían cuidarlo y labrarlo para asegurar su propio sustento.
En consecuencia, el trabajo tampoco cesa con esta vida. También trabajaremos en el nuevo cielo y la nueva tierra. Las imágenes bíblicas muestran una nueva creación con mucho trabajo (Isaías 65:21-23, Mateo 25:14-30, etc.). Por lo tanto, la imagen popular de nuestra existencia celestial como ángeles tocando todo el día el arpa resulta ser una distorsión. El estado inicial y el estado final de la creación se corresponden.
De acuerdo al origen divino del trabajo, Dios es el verdadero empleador de cada persona. Por ende, el apóstol Pablo puede hablar libremente de que el creyente realice cada trabajo “como para el Señor” (Colosenses 3:17, 23-24). En consecuencia, cualquier trabajo, ya sea en un escritorio, trabajando en el campo o limpiando la casa es, en el sentido literal de la palabra, un culto a Dios.
Por lo tanto, el trabajo no es un mal necesario, sino un privilegio y una vocación que Dios nos da. El trabajo es, en contraste con el ocio y el juego, cualquier actividad ordenada que apunta a asegurar las condiciones materiales de la vida y cubrir las necesidades humanas. Esto también significa que el trabajo no puede limitarse solo a las tareas asalariadas. Las labores no remuneradas, como los servicios de voluntariado en la iglesia y en la sociedad, como también trabajos domésticos, también son trabajo en el pleno sentido del término, sin las cuales nuestra sociedad colapsaría. Esto significa, que el trabajo de muchas amas de casa, el cual es menospreciado e ignorado por muchos, adquiere una dignidad especial, que no puede ser denigrado como “trabajo de mujeres”.
La dignidad única de cada trabajo
El llamado bíblico al trabajo produjo la especialización y la división del trabajo. Además de la agricultura, se crean la ganadería (Génesis 4:2, 20), la artesanía, la herrería y la minería (4:22) y las bellas artes (4:21 –cítara y los que tocan flauta). El Nuevo Testamento igualmente se refiere a la proclamación del Evangelio y la enseñanza en la iglesia como trabajo (Mateo 9:37 y otros) que debe pagarse adecuadamente (1 Corintios 9:14, 1 Timoteo 5:17-18, entre otros). Por lo tanto, en la Biblia, tanto el trabajo físico como el intelectual tienen el mismo valor. La ética cristiana del trabajo no conoce el trabajo sucio.
Esta valoración única de la fe judeo-cristiana es diferente a la de muchas otras culturas donde el trabajo a menudo se ha visto como una realidad lamentable. Los reformadores como Lutero y Calvino expresaron esta alta estimación del trabajo con el concepto de la vocación divina. No solo sacerdotes y monjes vivían bajo el llamado de Dios, sino también los trabajadores comunes como el molinero, el panadero, el carpintero y el comerciante respondían al llamado de Dios en su respectiva vocación. Esta exaltación del trabajo también ha influenciado profundamente la ética menonita del trabajo.
Pereza e inquietud
Entonces, no es sorprendente que la Biblia rechace vehementemente la aversión al trabajo. El Libro de los Proverbios critica severamente la pereza (Proverbios 6: 6-11, 10: 4, 10: 26 y otros). Jesús mismo provino de una familia de carpinteros. Sus primeros discípulos fueron pescadores y Pablo fue un fabricante de tiendas. Debido a esto, Pablo amonesta a los tesalonicenses que el que no trabaja tampoco coma (2 Tesalonicenses 3:10). La pereza es egoísta porque vive a expensas de los demás. También es desconsiderado, porque no se obtiene un excedente que se pueda compartir con los necesitados (Efesios 4:28).
El otro extremo, el trabajo excesivo, también es rechazado por la Biblia. El trabajo en la Biblia siempre es un trabajo limitado, ya que se supone que el hombre labra durante seis días para descansar durante el séptimo. Trabajo sin descanso no es trabajo bíblico. El moderno Workaholic, el adicto al trabajo, deriva su significado de vida únicamente del trabajo. Así el trabajo se convierte en su ídolo. La eficiencia y la obtención de beneficios se convierten en realidades que desplazan a todas las demás áreas de la vida. En el altar de este ídolo, se sacrifican la relación con Dios, el matrimonio, los hijos, los amigos, la propia salud y, a menudo, la propia integridad. Cualquier medio para lograr un fin y garantizar el propio éxito es considerado legítimo. Y porque se adora al trabajo como un ídolo por encima de Dios, uno no puede guardar el mandamiento divino del reposo sabático. A este peligro no solo están expuestos los modernos managers, sino también la ama de casa que nunca puede descansar de sus quehaceres diarios. Hay que afirmar que la Biblia conoce un mandamiento del descanso cada séptimo día, durante el cual debemos cesar todas nuestras labores.
¿Qué significa eso para nosotros?
A partir de estas reflexiones bíblicas surgen algunas consecuencias importantes para nuestra comprensión del trabajo:
- Dios otorga a cada labor una dignidad especial, ya que corresponde a su naturaleza como un Dios trabajador.
- El trabajo es un deber para cada persona para que pueda asegurar su sustento al cocinar, lavar, hornear, comprar, enseñar, administrar, reparar y ganar dinero.
- Con cada trabajo desarrollamos nuestros dones y habilidades dados por Dios.
- El trabajo no solo está dirigido a satisfacer las propias necesidades. También trabajamos para que podamos compartir nuestra ganancia con con los necesitados.
- Trabajamos para mejorar la calidad de vida de nuestra sociedad.
- Trabajamos para extender el Reino de Dios sobre la tierra.